jueves, 31 de marzo de 2011

Pitusa en estado Palíndromo



A Pitusa le duele la cara, los dedos, la voz
Su respiración se fragmenta
Sus lágrimas se congelan.

Pitusa se toca, se araña y se arranca su ser,
Desesperada, ansiosa, escarba y escarba.

Cansada y asfixiada observa desde sus adentros
Una batalla entre su sentir y el pensamiento.


martes, 15 de marzo de 2011

El lado femenino de Palaniuk



Cuando era pequeña siempre nos dijeron que era malo tocarse “ahí”, pero a mí me parecía increíble que las cosas no fueran mencionadas por su nombre y más increíble aún que tocarse la vagina fuera malo, me parecía una barbaridad de los mil demonios, si era la cosa más placentera del mundo. Así comencé mas o menos a los 14 años, la mayor parte del tiempo me masturbaba sin parar, con cualquier imagen, la verdad es que me daba igual, todo me ponía caliente por el simple hecho de pensar en introducir algo en mi vagina o que mi clítoris creciera bombeando sangre. Mi madre no paraba de controlarme y espiarme. Cuando me pillaba tocándome o restregándome con alguna esquina del escritorio de su estudio, cogía un estropajo de metal de esos para quitar bien la grasa de la cocina y me  metía en la bañera haciendo que me lavara una y otra vez mi vagina. Las primeras veces me dolía, después me acostumbré hasta el punto de no sentir nada, finalmente lo único que logró con sus estrictos métodos fue volverme  más adicta a lo prohibido. Me gustaba hacer cosas para que luego me reprendieran y ver sus ojos mojados de impotencia. Una mañana desperté con la sensación de tener dos personas dentro mío, algo me inquietaba, mis fantasías eran cada vez más recurrentes, tanto que no me importaba el lugar y comenzaba a excitarme que la gente me viera, que se escandalizaran. Sólo pensaba en sus ridículos cabellos llenos de represiones y en sus corazones a punto de estallar como vellos púbicos enterrados. Ese día en el jardín de mi casa, masturbándome en la piscina, algo en el fondo llamó mi atención, normalmente yo me concentraba mucho, podía tener  a todos los vecinos observándome con sus ojos muertos hasta que me corría, pero ese día me percaté de una luz intermitente que provenía del orificio por dónde se vaciaba la piscina y parpadeaba sin parar cada vez que mi vagina se contraía. Yo cerraba los ojos introduciendo el consolador una y otra vez intentando excitarme, pero la luz me desconcentraba al punto que me hacia parar y volver a empezar. Tomé una gran bocanada de aire, me sumergí hasta llegar al agujero, y justo al estar frente a él la luz intermitente desapareció. Esperé hasta que el aire se me acabó, al darme la vuelta para salir a la superficie algo rozó mis pies y mi instinto pataleó, hasta sacar mi cabeza del agua para abrir la boca y tomar una inmensa bocanada de aire. Me sumergí de nuevo y al abrir los ojos dentro del agua, las encontré, cientos de pequeñas pollas que se acercaban a mi y al adherirse a mi piel chupaban mi sangre como sanguijuelas. Mi cabeza salió y entro del agua tantas veces. Tomando aire, tragando agua, tragando aire, tomando agua. Y yo pensaba que mi vida había sido placentera después de tantos orgasmos y que mi muerte sería placentera siendo castigada por cientos de pollas vampiras. Un grito y una mano tirando de mis cabellos me sacaron del agua. ¡Joder! había estado a punto de correrme como nunca y mi madre me había estado espiando para sacarme del agua justo en ese momento, las risas de mis vecinos estallaban en mi cabeza, de repente me encontraba siendo la atracción de una caravana de seres mitológicos burlándose grotescamente, golpeándome llenos de rabia. Mi ultimo recuerdo es un hombre fornido abriéndome las piernas. Desde entonces las pollas vampiras no vuelven,  mi madre no me espía, la bañera no es divertida y han quitado la piscina.