miércoles, 29 de diciembre de 2010

Pitusa en el espejo.


Pitusa se levanta por la mañana con los pensamientos enredados.
Largas caminatas de pasos firmes, de reflexivos parpadeos.
Termina el día con las ideas necias  y varios huecos.
Vuelve a casa, se mira en el espejo.
Pitusa se siente pequeña pero el espejo no le alcanza a reproducir la figura.
Pitusa llora y crece, frente suyo el espejo de tan pequeño casi desaparece.
Asombrada se mide de pies a cabeza y se dice:
¿Qué te ha pasado Pitusa que ya no eres la de antes?
Pitusa responde mientras intenta meterse en su nuevo traje:
Es que antes escuchaba una sola voz, ahora escucho dos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

A propósito de H.


 Sus delirios le desgarraron el alma y la piel dejando un grande e infinito hueco negro…tan negro que daba miedo verlo.
Deseaba con todas sus fuerzas poder hacerle ver  la simpleza de la humildad.
Esa serenidad que él creía era utópica.
Ella imaginaba poner sus manos justo arriba de su ombligo y sacar aquellos demonios que lo atormentaban, colgarlos por los cuernos para después degollarlos  dejando la sangre expandirse hasta secarse…hasta convertirse en tierra, tierra nueva y fértil.
Las lágrimas no cesaron.
Se le hincharon lo ojos convirtiéndose en sequía.
 La herida estaba hecha desde los inicios, aumentada  en los indicios.

martes, 21 de diciembre de 2010

Breve relato de amor breve.



La verdad que los placeres de la noche son siempre bienvenidos y aunque no siempre agradecidos para aquellos a los que nos gusta tapar agujeros con pedacitos de luna. La noche, en toda la extensión de la palabra oscuridad y luz neón, caminatas largas llenas de estrellas y en una de esas las ves tanto que te estrellas. Soledad y compañía, sonrisas alcoholizadas entre cigarrillos sociables que disfrazan las palabras con su humo incesante.
Así estaba yo, distante, de mi y del mundo.
Mis pasos silenciosos ante el barullo, unos pies más unos pies menos y yo enfrascada en la música que elegía al azar pulsando el botoncito blanco del ipod.
Entro en un bar pequeño infestado de humo, de empujones en todas direcciones y la vejiga llena esperando descargarse. En la fila, interminable al parecer de todos los que la formábamos con unas ganas de mear incontrolables, se escuchan comentarios banales, risas capitales y puños que golpean con fuerza la puerta del lavabo. La puerta se abre dejando salir un grupo de chicos y chicas con los ojos saltones y polvitos blancos en la punta de la nariz. Alterados salen dando gritos, ansiosos por moverse sin rumbo fijo. Yo los miro, con esa mirada que si dura más de un minuto molesta y uno se da cuenta y también me mira rascándose la nariz. Mi mirada lo evade avergonzada de observar, al suelo me digo y cuando menos los pienso unos zapatos chocan con los míos. El chico me toca la cara y la levanta suavemente tocándome el mentón, mi cara se transforma en un signo de interrogación tratando de cerrar los ojos como cuando sabes que una escena inesperada esta apunto de ocurrir. Cuando abro los ojos el chico llora y siento sus lagrimas cayendo justo en la punta de mis labios, se aferra a mi como si me conociera de años y yo lo abrazo tan fuerte, como si lo conociera de años. Sus manos comienzan a tocar mi espalda apretando cada punto y dibujando círculos que se unen de arriba abajo. Suspira y suspiro. También dibujo círculos en su piel, meto las manos por debajo de su ropa y al tocarlo me doy cuenta que está helado. Me separo bruscamente y al hacerlo abro los ojos, miro su rostro pálido, su mirada decaída me habla, pero el está ausente. Lo tomo de la mano y lo saco de aquél lugar, el me aprieta pero no me habla, no me impide seguir. Al frente del bar hay un pequeño parque, cruzo la calle tirando de su mano con mucha fuerza y corro hacía el césped sin mirar atrás. Cuando me detengo, él toma mi mano y levantando su camisa me enseña una marca llena de luz debajo del ombligo. Mi dedo la toca, por simple curiosidad y al hacerlo mis manos se contagian  de aquel mágico resplandor. De repente todo a nuestro alrededor comienza a moverse como un terremoto y fuertes vientos nos azotan el cabello contra la cara. El parque comienza a tomar formas extrañas, los árboles se transforman en rostros de ancianos con largas barbas blancas y el césped en una superficie transparente a través de la cual puedo ver millones de libélulas que saltan sin control. Por un momento mi respiración se detiene y puedo ver su dedo que empujando hacia dentro perfora por encima de mi ombligo inundándome de luz. Yo no siento nada, ningún dolor se desprende de aquella acción solo una brisa helada que me invade el cuerpo y escucho una voz lejana que canta con asombrosa entonación. El chico acerca lentamente sus labios a mi oreja y después de lamerla me dice: Soy aquél que está en tus sueños, con el que has dormido siempre. Yo me aferro a él y lo beso tiernamente sin importarme lo absurdo de aquella situación y me acerco a su oreja y muy despacito le digo: Soy aquella con la que has dormido siempre, aquella que no te pertenece.



















martes, 7 de diciembre de 2010

Di ‘sexo’ mientras me la chupas.


 Mientras él pronunciaba la palabra acorde, mis labios se mojaban y la piel se me ponía de gallina al imaginar el roce de su lengua rebotando en su  paladar en el a‘cor’de y después recordar que esa pequeña parte de la palabra significaba corazón.
Bum bum…bum bum y la ‘m’ me excitaba aún más con su intenso retumbar. Estábamos en un concierto y mientras esté había transcurrido yo me comporté con absoluta serenidad. Las cosas cambiaron cuando comenzamos a charlar, mi vista no podía retirarse de su boca y mi cabeza no paraba de imaginar cada movimiento que esta hacía, labios para dentro y labios para afuera. Fantaseaba transportando el meneo de la fonética de sus palabras.
-¿Quieres que cenemos algo?-me dijó.
Mi clítoris se erizó en el quier‘es’ imaginándose presionado entre sus dientes, los  pezones se me pusieron duros con ce’nemos’ y  su lengua empujándomelos, succionándomelos con sus labios como un chupón.
-¿Te ha gustado el concierto?- pregunté.
Mis calzoncillos estaban empapados y no paraba de morderme los labios.
En ese momento me tomó el cuello y sin pronunciar palabra me besó, automáticamente mis manos se metieron dentro de su pantalón como el agua cuando se derrama en la tela. Nos metimos al coche, besándonos como locos descontrolados.
-¿Tienes condones?- Preguntó.
Y su pene se endureció disfrutando la presión de mi lengua en con’do’nes cuando al unísono yo pronunciaba la palabra mientras se la chupaba.

jueves, 2 de diciembre de 2010

El unicornio


Si nos pusiéramos a pensar en cada cosa que hacemos desde que damos el primer parpadeo matutino nuestra vida sería como un juego con estrategia infinita. El sabor de las cosas no está en lo que podamos sentir al hacerlas si no en el camino que nos lleva a ellas.
Acostumbrada a la rutina y los hábitos de una niña me desperté un día con un pequeño cuerno brillante en la frente. Primero me pinché los dedos al tocar mi cara, después me pinché bien adentro con una catástrofe emocional al ver mi rostro en el espejo. Aquello no tenía razón de ser, cada día hacia las mismas cosas y no había nada que pudiera haber provocado el crecimiento de aquél símbolo unicorniano. Al tocarlo su color cambió y un olor a jazmín invadió mi habitación. Mi madre tocó a mi puerta y por alguna extraña razón el cuerno se escondió sin dejar marcas en mi frente. Desayuné y salí de casa apresuradamente. Me dirigí hacía un lugar del cual me había hablado ya varias veces, una especie de campo alejado de la ciudad con grandes rocas misteriosas y que según decían manejaba una extraña energía. Al bajarme del auto mi cuerno reapareció dejando caer una enredadera llena de jazmines que me rodeo el cuerpo con suavidad. Camine lentamente para adentrarme en el desconocido terreno y comencé a escalar una de las rocas. Mis manos temblaban de miedo, la inseguridad me hacía resbalar cada dos por tres. Exhausta de escalar, suspire y suspire tanto que me provocó un fuerte vértigo. Una mano húmeda me jaló hasta la cima de la roca. Yo no quise ver nada, no quise sentir nada y no quise pensar en nada. Cuando reaccioné una anciana me observaba y reía, reía tanto que me contagió su risa y reí. Un silencio invadió el campo y la anciana ya no reía, nos miramos y ella se acerco y tocando mi cuerno me habló  con sus palabras bien acertadas: yo soy tu y tu eres yo, no hay nada que temer, ahora estas con el ser. Sus palabras me rodearon inundando mi cabeza de preguntas y mi cuerno creció tanto que me era imposible llevarlo, así que lo cogí fuertemente y me lo arranque de golpe. Mi piel envejeció rápidamente como si me hubiera metido en una máquina del tiempo, mis cabellos crecieron junto con mis uñas, mi piel se arrugo vertiginosamente y mi conciencia despertó. Después de unas horas reí y ella estaba ahí con  su juventud radiante y  un cuerno en la frente riendo también, entonces el silencio invadió el campo y le hablé con mis acertadas palabras diciendo yo soy tu y tu eres yo,  no hay nada que temer, ahora estas con el ser.

Chipi chipi mis lágrimas...bum bum mi corazón.