En un universo estático me descubre su lunar cósmico. Los huesos de sus manos, antropomorfos por la devoción de sus caricias, desenredan el inequívoco drama del tejido epidérmico. Una mezcla entre infancia y amor adulto que afana mis noches, que me cuelga el cuello de estrellas. Obligatorio es el olor de su recuerdo y ramificada la renovación de su sangre en mi cuerpo.