Su nombre era Raúl y siempre vestía de tul. No se sabía si era niño o niña. Él tenía un pene, pero siempre veía una vagina.
Hermético y misterioso constantemente andaba contando chupa chups en los kioskos de la rambla. No tenía amigos y su familia prefería ignorar antes que enfrentar a una sociedad sumergida en la debilidad de los prejuicios.
A él esto le daba completamente igual, su mundo no tenía nada que pedir, a él no le faltaba nada que pudiera desear. En su complejo universo existían las nubes con formas de galletas de animalitos que integraban el zoológico más grande que nadie hubiera podido imaginar. Lo formaban también un innumerable catálogo de sonidos llenos de singularidad y entonces Raúl formaba mundos y dentro de estos mundos melodías y dentro de estas melodías historias y dentro de estas historias animalitos con forma de galletas que habitaban en su vestido de tul.
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