De pequeña disfrutaba pisar el pasto descalza, sentir su frescura, recurrir al tacto de los dedos de mis pies haciendo presión en la tierra mientras daba pasos firmes de niña. Explorar era la misión. Si aquellos pasos hubieran concebido el mundo tal y como lo percibo ahora, el contacto con la tierra hubiera sido suficiente para entender que aquella mano que hacia crecer la hierba era el comienzo de todo. Edición y Vfx: Abel Molina. Maquillaje: Ileana LionHeart.
En un universo estático me descubre su lunar cósmico. Los huesos de sus manos, antropomorfos por la devoción de sus caricias, desenredan el inequívoco drama del tejido epidérmico. Una mezcla entre infancia y amor adulto que afana mis noches, que me cuelga el cuello de estrellas. Obligatorio es el olor de su recuerdo y ramificada la renovación de su sangre en mi cuerpo.
Pero no esa melancolía que se esconde detrás del hubiera, no esa melancolía que chupa la sangre y muestra sus colmillos llenos de reproches. Esa que invita al suicidio de las decisiones.
Hoy me invadió la melancolía.
Una melancolía bucólica de recuerdos, vestida de nuevas formas, construida por nuevos lenguajes. Esa que muestra el crecimiento de las pretensiones.